Cuento para niños

Soñé que los políticos se ponían de acuerdo de una vez por todas y que, por supuesto, no volvíamos a ir a unas nuevas elecciones; que la recesión económica era tan solo un cuento para niños, que tenía siempre final feliz...

Cuento para niños
José Miguel García Conde
José Miguel García Conde

El otro día me desperté, como de costumbre de madrugada, con ganas de ir al baño. Tras caminar a oscuras sorteando juguetes de mi hijo por el suelo y demás objetos inservibles, me senté en el váter, y en medio de la silenciosa inmensidad de la noche tuve una especie de revelación. Soñé que los políticos se ponían de acuerdo de una vez por todas y que, por supuesto, no volvíamos a ir a unas nuevas elecciones; que la recesión económica era tan solo un cuento para niños, que tenía siempre final feliz; que nunca se habían sentado en la misma frase las palabras “Trump” y “presidente”; que mi padre aún vivía y que seguía comprobando cada mañana en el periódico del bar si le había tocado la Primitiva; que la contaminación era un recuerdo y la noche era un manto de estrellas a lo lejos; que al fin acababa esa novela, que se escondía en el fondo de un cajón; que mis vecinos de arriba habían dejado de dar gritos y ahora no paraban de hacer el amor; que aquel coche se había detenido en el paso de cebra y mi perro aún ladraba de alegría; que los libros sanaban y no había nadie solo en un cuarto a escondidas; que la risa era un barco donde andar por la vida; que no había calendarios ni relojes que asustan cada lunes temprano; que tu cuerpo era el mismo que abracé en los portales; que la ruina era un verso sin un final abrupto; que no había ya más móviles y los ojos volvían a mirar a otros ojos; que de pronto las calles se llenaban de besos como lluvia desnuda; que los bancos reían y ayudaban al pobre; que “cáncer” solo era una palabra llana; que llamaba por teléfono de una vez a ese amigo; que mi hermano volvía en avión de Polonia; que llovía y te abrazaba para que huyera este frío; que no había pares ni nones, ni acertijos que asustan; que el futuro y la duda eran voces contrarias; que regresaba a mi cama en mitad de la noche y, colorín colorado, este cuento acababa.