Polvo en suspensión

La sombra de un lechuzo tarambana.

Antonio Machado

Polvo en suspensión
José Miguel García Conde
José Miguel García Conde

Nosotros, simples esferas de cristal que merodean por el aire, como polvo en suspensión, como sencillas briznas que juegan con la luz tras la ventana y se creen las dueñas del mundo, los reyes de un palacio de cristal y un jardín con plantas artificiales. Nosotros, que gritamos en el bar, que insultamos en el campo de fútbol, que tocamos el claxon y pisamos el acelerador a las ocho en punto de la mañana, cuando vamos camino del trabajo. Nosotros, que caminamos por la Luna, que matamos por Dios y morimos por Alá, que dejamos hambrientos a los niños en África y cortamos los pies con las malditas concertinas en la valla de Ceuta y Melilla. Nosotros, que inventamos palabras como “bilis”, palabras como “amor”, que besamos en todos los portales, que apenas si leemos el prospecto del Paracetamol, que enviamos mensajes de texto incomprensibles en lugar de llamar cinco minutos por teléfono. Nosotros, los eternos soñadores, los perfectamente imperfectos, los que votamos a Vox y gritamos libertad, los de los golpes de pecho y la frente marchita. Nosotros, impávidos, inertes, desenfrenadamente incorregibles, algo curiosos, demasiado indecisos. Nosotros, los del puño cerrado y el estómago abierto, los que vuelven a casa y adoran a sus muertos. Nosotros, los de siempre, los que nunca despiertan, los que escriben aburridas columnas como esta. Nosotros, los del verso en las nubes y el deseo en las manos, los que piensan que el mundo aún merece la pena.