Escoria

<p><strong>Manifiesto mi más rotundo rechazo y mi más enérgica condena hacia lo que han hecho los descerebrados de Hamás y sus secuaces, actuaciones que, sin ningún asomo de duda, califico de terroristas</strong></p>
Escoria

La palabra escoria es fuerte, no se crean, vayan si no a consultar su significado y se encontrarán, entre otras acepciones, que significa cosa vil y de ninguna importancia. Lo digo porque el otro día, nada más iniciarse el terrible conflicto en el que están metidos palestinos e israelíes, y de manera indirecta todos nosotros, la pronunció la señora Monasterio, de Vox, aplicándesola, con ese tono de voz que a mí me recuerda a los monitores de los viejos ejercicios espirituales, a todos los que, de una manera u otra, nos sentimos preocupados por la reacción que pueden y están teniendo los judíos ante el ataque que han recibido. No sé, seré una escoria, y, por si acaso, para que quede claro, manifiesto mi más rotundo rechazo y mi más enérgica condena hacia lo que han hecho los descerebrados de Hamás y sus secuaces, actuaciones que, sin ningún asomo de duda, califico de terroristas. Pero, al mismo tiempo y sin que para mí resulte contradictorio, condeno también lo que ya están haciendo los agraviados ante el silencio internacional y que nos vuelve a meter en esa espiral de odio de la que no sé cómo vamos a salir. Vengo de regresar de un espléndido viaje por la llamada Tierra Santa, bajo la guía de un ilustre franciscano, y he podido comprobar en primera persona las desastrosas condiciones en que viven esos habitantes de segunda categoría que son los que profesan la religión musulmana. Lo he visto en territorios como Betania y Jericó, no quiero ni pensar cómo será en Gaza, esa especie de estercolero a la que hemos enviado, con el consenso apacible de muchos, a cientos de miles de familias que llevan décadas viviendo de la ayuda externa en un descampado en el que lo único que sobra es la desesperanza. Señora Monasterio, soy de izquierdas y, según su criterio, escoria, y aún así, fíjese, he hecho un curso, magnífico y patrocinado por el gobierno israelí, en el que nos explicaron claramente las atrocidades que cometimos contra ellos en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, un conflicto en el que por cierto Franco, no sé si le suena, se mostró bastante partidario de los nazis. La palabra escoria, en efecto, tiene su calado y todos sus significados apuntan hacia algo sobrante y a lo que no hay que hacer mucho caso, y sí, me siento identificado con esta definición y noto que mis opiniones no tienen mucha fuerza en este ambiente de odio que algunos se empeñan en mantener. Me resulta curioso que ustedes, los que no son escoria, se olviden por completo, como si no existieran, de esos desarrapados palestinos que llevan varias décadas sufriendo en sus carnes la prepotencia de un mundo que se consuela, como compensación de mala conciencia, enviándoles unas ayudas que no son nada más que malas vendas para una herida que no deja de sangrar y que tendría otras curas si intervinieran médicos más ecuánimes. El caso es que me pongo a reflexionar y que cada vez me encuentro más conforme con ese calificativo que usted acuñó para nosotros, los que intentamos, con una ideología a la que no es ajeno el Cristianismo, pensar en un mundo distinto en el que todos, con nuestras particularidades, nos podamos como mínimo consentir, si no amar. Gracias, señora Monasterio, por ayudarme a encontrar mi lugar en el mundo: soy una escoria.