Hace ya un año que el coronavirus se encuentra entre nosotros. Un año en el que hemos sufrido muchas pérdidas, sobre todo humanas, pero también económicas y sociales. Nuestra vida ya no volverá a ser la misma, y nuestras formas de relacionarnos tampoco. Aunque para volver a la “normalidad” es necesario que venzamos al virus y para ello, no hay mejor forma que la vacunación.
La vacuna es una preparación destinada a generar inmunidad adquirida contra una enfermedad estimulando la producción de anticuerpos. Normalmente una vacuna tarda muchos años en ser efectiva desde que surge la enfermedad hasta que empieza a inocularse en las personas. Han sido muchas las vacunas a lo largo de la historia, algunas incluso han podido erradicar enfermedades por completo, como fue el caso de la viruela gracias a la OMS y a la lucha incansable de la Unión Soviética para que así fuera. Actualmente están siendo muchas las vacunas que han surgido: desde la rusa Sputnik V hasta las conocidas en nuestro país como Pfizer, Moderna, Astrazeneca y Janssen. Otras vienen en camino como la cubana Soberana II que ya se encuentra en fase III de pruebas o las dos españolas que se encuentran en II fase de pruebas. Más allá del despropósito que está suponiendo los repartos de vacunas entre países, donde una vez más como pasó con las mascarillas y los respiradores al principio de la pandemia estamos viendo nuevamente los problemas de un capitalismo globalizado y salvaje donde el número de vacunas que están llegando a nuestro país no es el que debería, y más cuando ha sido la Unión Europea la que ha puesto encima de la mesa millones de euros para la fabricación de la vacuna de Astrazeneca y que luego esta empresa está vendiendo al mejor postor, que en este caso son Israel y Arabia Saudí.
Pero más allá de eso, la necesidad de ir vacunando y la felicidad que nos produce saber que a las personas mayores de 80 años ya les está vacunando de forma generalizada y esperemos que en un periodo muy corto de tiempo estén todas ellas vacunadas. Entiendo el miedo, que desde algunos sectores políticos y medios de comunicación negacionistas están intensificando y que provoca que algunas personas puedan tener que vacunarse por los posibles efectos secundarios. Los beneficios son inmensamente mayores que los problemas que tiene la vacunación, es necesario vacunarse y aunque no haya vacuna contra los antivacunas si al final conseguimos que un gran porcentaje de la población, y me refiero a la población mundial, no de Torrijos o España, esté vacunada podremos volver a la tan ansiada normalidad.