2022 ha empezado revuelto y de seguir así nos va a dar a todos un telele o algo peor con tanta tensión. Menos mal que los zahoríes del tiempo han fallado y no nos ha atacado la prima de Filomena. A falta de fenómeno meteorológico adverso nos han amenizado con entretenimientos varios. Casi no podemos digerir tal aluvión.
Ómicron, 3ª dosis, los cuernos de A. D. Flores, la mala calidad de la carne “intensiva” española según un ministro comunista de consumo, las fiestuquis del cachondo Johnson, lo intensivo versus lo extensivo, más líos esta vez del ex-duque, los tambores de guerra en Ucrania…puedo seguir; las “cosas chulísimas” de la Vice posh y su “derogada” reforma laboral…nótese la ironía con el entrecomillado; el CIS de Tezanos en Castilla y León (ésta es para mear y no echar gota, con perdón).
Con tal profusión de noticias y folletines de variedades, me resulta siempre difícil discernir el grano de la paja y aventurarme a comentar algo que excite menos a mis haters, como lo hizo la última columna sobre la democracia, que cargada de profundidad, sirvió para corroborar que realmente hemos perdido el norte. ¡Rajoy tiene la culpa de todo! ¡Qué coño Rajoy, la culpa es de Franco!
Lo que para mí nunca ha sido difícil discernir es la verdad de la mentira, la integridad de la inmoralidad o la subjetividad de la objetividad. Como nunca dudaré sobre qué es la libertad frente al sometimiento o la dependencia.
De entre toda la maraña mediática, empero, ha habido una noticia que ha pasado desapercibida, ¡ay los medios! y que ha impregnado de inmundicia, indignación e inmoralidad la ya de por sí errática dirección socialista. La nueva cesión a la izquierda abertzale, a los amigos de los terroristas, es una claudicación absoluta y una humillación para nuestra democracia. Presupuestos y legislatura a cambio de excarcelaciones. Así nos vende nuestro Presidente. Las ratas que asesinaron a mis compañeros de partido Miguel Angel Blanco y Gregorio Ordoñez saldrán de la cárcel o tendrán permisos especiales, si alguien no lo remedia, mucho antes del tiempo previsto.
El gobierno no tiene ninguna obligación de ejecutar este escarnio pero parece que a Sánchez el poder le ha nublado el entendimiento. Casi al mismo tiempo, el internacionalmente ninguneado Pedro Sánchez posa para una foto kitsch, al estilo bolivariano, en una imagen chulesca que parece proyectada por un espejo, debido a su zurdera y que parece tomada para su club de fans, pretendiendo ser quien no es.
En mi opinión, todo lo que hace Sánchez es una puñetera pose, una repugnante pose. Una pose maquiavélica, cutre y grimosa. La foto al teléfono mientras escribe en su despacho es una caricatura del personaje que nos gobierna, alguien capaz de cualquier cosa, con tal de permanecer en el poder. Esa obsesión por imitar el marketing político norteamericano en sus comparecencias y actos le da un plus de ridiculez a la impostura del señor que nos gobierna, sin duda el más abyecto de los gobernantes que hemos conocido.