Y SÍ

<span style="font-size:14px;"><strong>El viaje que hice con mi familia y mis amigos fue memorable. Nos alojamos en el centro de Buenos Aires en casa de un psicólogo ( claro) y escritor, Fernando, un hombre honrado, apasionado y generoso, desayunamos esas deliciosas medias lunas con café.</strong></span>

Una de las cosas buenas que me han ocurrido en esta vida es tener amigos argentinos, uno de los cuales, qué pena, el bohemio Guillermo, se nos marchó recién, como dirían ellos en su particular uso del castellano. Me quedan por fortuna, como poco, otros cuatro, dos parejas magníficas con las que he pasado momentos inolvidables y que, cada una a su manera, me han hecho admirar el gran lugar del que proceden y me han estremecido ante su lucha y lo que dejaron atrás cuando se decidieron a venirse a vivir con nosotros. Conocemos a nuestras familias respectivas y este y otros muchos detalles no hacen sino confirmarme que la suerte me sonrió al concederme estas amistades. He hablado con ellos de fútbol, de teatro, de política, de cine, de viajes, de familias, he probado sus extraordinarios asados, sus suculentas pizzas y hasta he tenido la impagable oportunidad de viajar con una de esas parejas a su increíble país, un país, por cierto, del que ellos se quejan mucho, demasiado, en mi humilde opinión ( ¿conocen a algún argentino que no lo haga?), un país que así, a bote pronto, sin pensar mucho, ha generado a personajes tan espectaculares como Cortázar, Borges, Darín, Mercedes Sosa, Maradona, Gardel,  Luppi, Ariel Roth, Aristarain, Piazzolla, el fiscal Strassera o el mismísimo Papa Francisco, un país también que ha sufrido mucho, como tantos, y que ha sido capaz de cerrar los sufrimientos de dictaduras pasadas castigando a los culpables como se merecen, un país plagado de genios en todos los sentidos que nos apabullan a cada instante con su sabiduría y su impecable manera de expresarla y un país, en suma, que tiene posibilidades más que sobradas para salir adelante de cualquier crisis. El viaje que hice con mi familia y mis amigos fue memorable. Nos alojamos en el centro de Buenos Aires en casa de un psicólogo ( claro) y escritor, Fernando, un hombre honrado, apasionado y generoso, desayunamos esas deliciosas medias lunas con café, zumo de naranja y un vasito de sifón, bebimos fernet con coca- cola, catamos vinos de Mendoza, cantamos a Serrat y a Sabina, trataron de explicarnos, sin éxito, lo que era el peronismo, porque es inexplicable, hicimos la proeza, fatal para el estómago, de cenar asado en una de las casas que nos invitaba y comerlo al día siguiente en otra de las casas que hacía lo propio, nos quedamos encerrados en un ascensor de una estación de metro y nos rescataron los bomberos, fuimos al barrio de Boca, vimos bailar el tango de verdad, escuchamos el bandoneón, estuvimos en un café teatro, comprobamos que casi no hay pescaderías en la capital, nos asombramos ante la sabiduría de los taxistas, que hablaban como los ministros de economía, y sentimos, sobre todo, el inmenso cariño con el que nos trataron las familias de las parejas a las que me refería al principio. Visitamos también el Norte, al contrario de lo que suele hacer la mayoría de los turistas, y pudimos maravillarnos con las Cataratas de Iguazú, con pueblos pequeñitos como San Antonio de los Cobres o con ciudades coloniales como Salta la Linda, donde hay una estatua, casualidades de la vida, de un ilustre paisano del que escribe estas líneas, y donde pudimos disfrutar una noche del folclore argentino que tanto nos gusta. También estuvimos en Rosario, no por Messi, en un larguísimo trayecto en autobús en el que, como si de un avión se tratara, nos dieron de comer por el camino. Un viaje de los que no se olvidan, ya digo, del que nos trajimos recuerdos imborrables y una sensación de hermandad con aquellas tierras que no se ha diluido con el tiempo. Desde siempre, más desde entonces, me interesa especialmente todo lo que tenga que ver con Argentina, comprendo que están atravesando una situación delicada y que tienen fundadas razones, lo mismo que ocurre en otros sitios, para desconfiar de candidatos por los que han sido defraudados tantas veces, que es difícil escoger entre la peste y la cólera, pero no acabo de ver a Rajoy ni a Vargas Llosa, dicho sea con cariño, bendiciendo al tipo de la motosierra.  Y sí, como dicen ellos, me asusta que un país tan grande pueda ser gobernado por un personaje tan pequeño. Buena suerte, hermanos.