Besar en los portales

Llegará un día, como otro cualquiera, en el que pisaremos Venecia, tomaremos café en las calles de Praga, bajaremos a un metro en el viejo Madrid y andaremos descalzos por las playas de Cádiz.
José Miguel García Conde
José Miguel García Conde

Llegará un día, aún sin nombre ni apellido, en el que volveremos a jugar en el parque, a correr en la calle, a bebernos la vida con los amigos de siempre. Llegará un día, como otro cualquiera, en el que pisaremos Venecia, tomaremos café en las calles de Praga, bajaremos a un metro en el viejo Madrid y andaremos descalzos por las playas de Cádiz. Llegará un día, soleado de junio, en el que abrazaré a mis vecinos, a mi madre, a mi abuelo, que aún me llama nervioso por si sé novedades. Llegará un día, una hora, un segundo, en el que andaremos por los mismos recuerdos, por las mismas ciudades, por los mismos momentos, sin temor a un contagio. Llegará un día, sediento como un verso, en el que los coches volverán al ruido, al cobijo del humo y la inhóspita noche. Llegará un día, ya sin darnos ni cuenta, en el que daremos la mano, romperemos los miedos, hablaremos de fútbol, lloraremos de risa, hasta quedarnos mudos. Llegará un día, como un suspiro sin aire, en el que aprenderemos a tocarnos, a rozarnos, a dejarnos la ropa tirada por el suelo. Llegará un día, sin llamar a la puerta, en el que abriremos la tarde, como un soplo de viento, y tendremos el rostro por fin en carne viva, y haremos luces nuevas en la acera de mayo. Llegará un día, lluvioso de verano, en el que caminaré con mi hijo, besaré en los portales, dejaré que la vida me sorprenda de nuevo.