Creer en las sombras

Creer en las sombras
Creer en las sombras
Carlos Santos Moreno
Carlos Santos Moreno

Es una casa con iluminación de caverna, puede que tenga ventanas pero, yo… Mi atención es captada por unas sombras que se proyectan al fondo, en una habitación grande; me acerco a ella sin poder quitar los ojos de un titilante rectángulo que flota en la pared; emite una luz con siluetas que me abstraen, me divierten, me entretienen; no entiendo muy bien el significado, quizás ni siquiera lo tenga. Las sombras van cambiando, son diferentes, pero siempre consiguen en mí el mismo efecto adormecedor, un estado de indiferente felicidad, de pensamiento vaciado… Me quedo dormido. Al despertar, el rectángulo está oscuro y sin luces; me levanto para intentar que tome vida, pero me fijo en otro resplandor, esta vez mucho más pequeño, situado encima de una mesa en la que no había reparado. Es también un rectángulo, pero sus figuras son de otra manera; no me adormecen, sino que me hablan en todo momento; no las oigo, pero me trasmiten una información que parece tan real… Creo en ti, eres inteligente; creo en ti, tienes cultura; creo y confío en tu personalidad… Cree tú en mí, confía en mí, esta que te muestro es la realidad, que no te engañen; todo te lo explicaré: la verdad, la patria, el amor, cualquier valor que busques… ¡Parecen tan reales esas diminutas sombras…! Habla, escribe al mundo sobre lo que aquí estás viendo… me insiste. Utiliza mis letras, usa tu boca, increpa en tu ambiente… esta es la verdad y sé que lo sientes… lo toco con el dedo y reacciona, cambia de formas y colores, todo me lo explica y todo me conduce a creer.

De repente, el triángulo que piensa se apaga, se vuelve negro y no emite ningún contorno. Levanto la vista y veo, casi intuyo, un cable blanco, que enchufado en la pared. Me acerco. Lo examino y entiendo pronto su función. Vuelvo a por el rectángulo para conectarlo, necesito saber más de cómo es la realidad; pero, cuando me voy acercando, escucho voces y risas en el exterior, sonidos hasta entonces inaudibles. Me fijo con más atención y percibo el contorno de una ventana. Me acerco, libero su emparedamiento de persiana; la luz me ciega, pero consigo acostumbrarme a la claridad y observo todo lo que hasta entonces había visto a través de las sombras. Gente que pasea con prisa, discusiones ininteligibles, un chico joven busca tesoros en un contenedor, un solitario anciano congela su mirada hacia el infinito, un humo grisáceo, invade la calle atestada de coches y penetra en mis propios pulmones… me ahogo y cierro rápido la ventana. No soporto más esa verdad sin sombras, no me gusta la vida que percibo con mis propios ojos… era más dulce…

Es más dulce el resplandor de mi oráculo, por lo que tapio la luz del exterior y busco... Necesito encontrar respuestas edulcoradas, que me agraden más… Recojo el luminoso aparato que permanece apagado en la mesa y lo enchufo al inmaculado cordón de la pared. De nuevo, vuelve a emitir imágenes placenteras; me relaja, me tranquiliza descubrir de nuevo una realidad que me gusta y que me hace feliz. Te lo dije, confía en mí, me habla de nuevo el rectángulo. Dime quién y qué eres y serás libre. Que no te distraigan las voces de la realidad cercana, cree en mí. Dime todo de ti y firmarás un contrato de felicidad. No lo pienso. Escribo: Carlos y presiono un botón llamado aceptar los términos de uso.